Tour 2010. 5º etapa: Los chicos malos también lloran

jueves, 8 de julio de 2010

Mark Cavendish conquisto al fin su primera victoria al sprint en el Tour merced a un brillante trabajo de su lanzador, Mark Renshaw, que le dejó en balde la victoria

Desde que Mark Cavendish huyó de su Man natal, allí donde las carreras de motos son el epicentro de atención, donde todos van deprisa, corriendo y no piensan en el que viene detrás, en el que adelanta, en el peatón que pasa, no paran ante semáforos, desde que la dejó definitivamente para trasladarse a Pistoia, a la toscana italiana donde embelleció el arte del sprint, un marchante de alta cotización y duro seguimiento el inglés, algo cambió. Ya era el rey dominador, emergente y trémulo a la vez. Parco en palabras y sonrisas en la carretera, a veces contestón, arrogante en su pedalada. Engreído lo llamaron algunos. Orgullo altanero, presumido y descarado. Le cayeron rayos sobre la cabeza a base de críticas. A él le daban igual Se encajonó en su coraza solitaria, fuerte y rauda tal que nadie la supera a no ser de que se acerque, frío y calculador como él, con las ideas claras, como él. Con determinación. Tanta como él la tiene. El gélido inglés de las palabras justas y los gestos precisos. Ni uno más. Pero en Pistoia algo le removió ante las petulantes voces en su contra. Se hizo más persona, más humano.

No olvidaba Mark el blindaje ajustado. De hierro. En él solo tenían agujeros Mark Renshaw, su inseparable hombre de confianza fuera y dentro de carrera. En los sprints, en la ardua y nerviosa tarea de los kilómetros finales, en la soledad de la habitación en noches como las de ayer en la gótica y oscura Reims, luna interminable a la que miraba el pequeño Mark, aullido de lobo. Pena creciente. Que no gano, le suspiraba, le mascullaba. Renshaw le escuchaba entonces, oído confesor, voz caliente y de ánimo, hombro de lágrimas y piernas acuciantes de victorias. Un regalo le hizo el lanzador, el mejor. Se lo prometió esa noche, a la luz de la estrella brillante en Reims. Una sorpresa que no por esperada, no por sabida fue menos excitante.

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