Contador: «Me cuesta dormir»

martes, 7 de diciembre de 2010


El ganador del Tour, concentrado en Canarias con el Saxo Bank, vive pendiente de si es sancionado

El pasado 29 de septiembre, Alberto Contador esperó a que se acostase su padre para quedarse a solas con su madre, Francisca Velasco, administrativa en el Ayuntamiento de Pinto. «Me han dicho que he dado positivo en el Tour». Sin más. Diez palabras como anticipo del calvario. Paqui, una mujer que detesta morderse la lengua, que tiene fama de arrolladora, se quedó esta vez sin palabras. «Mañana voy a dar una rueda de Prensa», añadió el ciclista, que había mantenido el secreto en la fe de su hermano y mánager Fran Contador.


«Me agobiaba desde hacía días la reacción que podía tener mi madre y al final la tuve que animar yo», relata. El yugo del silencio aprisionó a Contador. Recibió la notificación de su positivo por clembuterol el 24 de agosto. Una llamada de Mario Zorzoli, el jefe médico de la Unión Ciclista Internacional. El corredor estaba en su casa, con un ojo en el comienzo de la Vuelta a España que arrancaba al día siguiente en Sevilla. Colgó con Zorzoli y pulsó la memoria 1 de su teléfono: Fran. Su hermano disfrutaba de unas bucólicas vacaciones en compañía de su esposa por los fiordos de Noruega. Cuando la barcaza atracó en el primer puerto, Fran localizó el aeropuerto más cercano y regresó a España.


«Ya sé que todos decimos lo mismo cuando surge un problema y que parezco uno más. Pero es la realidad. No he hecho nada», dice Contador. Arrojado al aire el positivo, vino la otra pelea. Contra sí mismo, el orgullo maltrecho. «Ahora conozco mil fórmulas contra el insomnio». El agotamiento físico ha sido de sus armas para combatir la falta de sueño. Ha recuperado antiguas aficiones, como el baloncesto o el fútbol, dos deportes inapropiados para su profesión. Se iba de pesca hasta la noche. Cualquier cosa con tal de caer rendido en la cama, sin tiempo para pensar. «Y cuando nada de eso ha funcionado, veo televisión hasta el amanecer. A pesar de eso, han sido muchas las noches que no he dormido».


Hasta que esta semana comenzó la concentración de pretemporada con su nuevo equipo, el Saxo Bank de Bjarne Riis, Contador ha cancelado citas y apagado el teléfono. Se ha enquistado en una burbuja de la que no sale. De alguna forma, tenía aflicción a una exposición pública. No quería que nadie le llamase drogadicto o similares.


Aclamado en Valencia
Un restaurante de Valencia decretó la prueba del algodón. Alberto salió de su escondrijo -suele pasar largas temporadas en su casa de Bétera, a nueve kilómetros de Valencia- y cuando fue a hincarle el diente a la paella, recibió la aclamación popular. Todo el restaurante se volvió hacia el apartado que ocupaba junto a su hermano y un amigo y le cantó aquello de «Contadooor, Contadooor, Con-ta-dor».
«He perdido mucho pelo por el estrés», cuenta mientras invita a palpar la cabellera. Contador se ha refugiado en sus amigos y conserva todo del chico de Pinto que asombró al mundo con sus triunfos. Desayuna cada día café y tostada en el Bar Trazos, se agota hasta la extenuación para dormir y come en casa de sus padres, aunque no sepa cómo explicarle a su madre en qué consiste el clembuterol.

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